Probando, probando…
(Nota: este artículo fue publicado originalmente el 24 de julio de 2020 en el grupo de Facebook Motos 125 y Gas)
«ALGUNA COSA SUCEDE BIEN AL QUE MUCHAS PRUEBA» (Séneca)
En estos días, por desgracia, ciertos tests están más de actualidad que nunca. Obviamente, me refiero a los del coronavirus, una de esas pruebas que desearías no tener que hacerte nunca salvo que no quedara más remedio.
Sin embargo, hoy vengo a hablaros de otro tipo de tests más agradables: las pruebas de motos. Éstas, en cambio, son las que los concesionarios te dejan hacer a ti cuando a ellos no les queda más remedio. Qué cosas…
Sí, esto funciona así.
Mientras que en el mundo de las cuatro ruedas nadie se plantearía jamás comprarse un coche sin haberlo probado antes (una o varias veces), amén de hacerlo con varios candidatos distintos; en el universo motero, eso de probar el producto que vas a comprar parece que está mal visto, como si molestaras.
Qué pesada esta gente que viene a comprar.
Resulta incomprensible que en este sector aún haya un porcentaje altísimo de personas que tienen que adquirir su moto completamente a ciegas. Y eso que hablamos de compras que pueden suponer desembolsos de muchos miles de euros, en ocasiones iguales o superiores a las de un coche.
Es algunos casos (más de los que crees), si eliges un modelo o versión no muy popular, incluso puede que te toque comprar por catálogo, en foto, lo cual es escandaloso. Ni siquiera vas a poder ver en vivo tu moto.
No podrás comprobar su calidad de acabados, el acoplamiento de las fibras, la terminación de las soldaduras, el aspecto de los componentes… No sabrás si te viene alta o baja, si te resulta grande o pequeña, si el asiento es confortable o una tabla de planchar, si el embrague es suave o duro como una piedra… y miles de cosas más.
Y todo eso en parado.
Muchas veces nos conformamos con ver la moto aparcada tan ricamente en el concesionario. No hay unidades de pruebas: te jodes. Te parece muy bonita y tal, pero nunca sabrás cómo va salvo que pases por caja. Y si luego ves que te has equivocado, pues te aguantas. Ya harás esfuerzo por adaptarte a ella o la venderás.
Sí, técnicamente puedes devolver la moto al concesionario en los primeros días si no estás satisfecho, pero… te garantizo que hacer marcha atrás en el proceso de matriculación y pago (o financiación) no será fácil, corto, ni agradable. Como poco, vas a perder algo de dinero y se te van a quitar las ganas de repetir experiencia.
Quizás tengas suerte y tu modelo preferido sea uno de los más populares del mercado. Entonces sí tienes más probabilidades de que haya alguna unidad de pruebas disponible. Si es así, felicidades. Vas a poder hacer una compra informada.
En caso contrario, tu única alternativa, por llamarla de alguna manera, es que la marca que te interesa disponga de los famosos días de prueba (Honda Days, BMW Motorrad Days, Kawasaki K-Days… todos muy originales poniendo nombres) y, suponiendo que sea así, luego, con muchísima suerte, debes vivir en una ciudad por la que vayan a pasar y que el calendario te pille cerca (porque sólo lo van a hacer una vez al año, o dos si son muy magnánimos), y que, dentro de los modelos que te dejan probar, esté el que tú quieres… lo cual, en el caso de las 125, no es muy probable.
Y suponiendo que toda esa carambola te pille bien situado… ¡corre! porque las plazas son limitadas y ya habrá 30 personas apuntadas delante de ti. La lotería del privilegio de probar con antelación lo que vas a pagar. Vamos, un horror.
Hay quien, ante estas dificultades, hace recomendaciones peregrinas, como probar una de segunda mano que esté a la venta o alquilarla a alguna empresa, pero lo primero me parece muy poco ético, y lo segundo, de utilidad improbable: va a ser extraordinariamente raro que se alquile justo el modelo que te quieres comprar.
Todo esto tiene unas consecuencias más serias de lo que parece. Al margen de la satisfacción de tus expectativas lúdicas, si no pruebas tu moto en marcha, no sabrás si se adapta a ti, si te sentirás cómodo en ciudad o en autovía, si al cabo de media hora no hay quien aguante la postura de conducción, si frena lo suficiente, si la suspensión es demasiado blanda, si hace ruidos extraños, si pesa demasiado para tu estatura o experiencia, si el tacto del cambio o del gas son demasiado bruscos… Al final es también una cuestión de seguridad.
La razón por la que esta barbaridad sigue ocurriendo es simple: los consumidores permitimos que lo hagan y seguimos sometiéndonos a este atropello, a pesar del enorme riesgo que esto implica, tanto económico como en materia de seguridad.
La industria motociclista tiene no pocas facetas incomprensibles. Esta es una de ellas. La red de comercialización (y mantenimiento) es en muchos casos escasa, con atención pobre, poco profesional, con procesos de venta arcaicos y muy pocas facilidades de compra.
Esperan que compremos sólo por pasión y de cualquier manera. Y lo peor es que les funciona. Sin embargo, son incapaces de darse cuenta de que venderían mucho más si mejorasen ciertos aspectos que no cuestan tanto.
Que hoy en día puedas probar en tu propia casa un puñetero robot de cocina como la Thermomix y no puedas probar tu moto, de la que dependerá tu integridad personal, es algo injustificable e inaceptable en pleno 2020. Así que procuremos protestar y no pasar por el aro: es la única forma de que esto cambie.
Para terminar, me gustaría que compartieras en los comentarios si has vivido alguna situación desesperante sobre esto. Nos vemos ahí.
Pablo Ortiz
akiramotos.com